La Luz es Consciencia y, al igual que una llama en la oscuridad, tiene el poder de revelar la naturaleza misma de nuestra realidad. Esta idea se puede explorar a través de una profunda metáfora inspirada en las enseñanzas del filósofo Jacob Boehme, quien distinguía tres facetas fundamentales de la luz, cada una representando un nivel distinto del ser y del conocimiento.

La Luz es Consciencia
La primera faceta es la fuente misma, la llama, el origen de toda iluminación. Este núcleo representa el punto de partida de todo lo que existe, la realidad objetiva y universal. La segunda es el halo que la rodea, esa energía que se expande más allá del origen. Esto simboliza cómo la esencia de esa fuente se transmite y emana, creando un campo de influencia sutil a su alrededor, el puente entre lo tangible y lo intangible.
Finalmente, la tercera y más reveladora faceta es la luz que se refleja en los objetos, permitiéndonos percibirlos. Esta es la manifestación de la consciencia en el plano personal, lo que da forma y sentido a nuestro mundo. Así como la luz reflejada nos permite ver un rostro o una mano, nuestra propia consciencia ilumina la realidad, transformándola en una experiencia subjetiva.
En la oscuridad absoluta, las formas y la percepción se desvanecen. Esto nos recuerda que el conocimiento y la consciencia son esa luz interior que nos permite no solo existir, sino también darnos cuenta de que existimos, llenando nuestra experiencia de significado. Sin ella, todo permanece en las sombras, sin ser percibido.
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Josep Casado


